viernes, 3 de junio de 2011

Tratado sobre la despedida

Es un tema tan subjetivo y contiene tantas variables en juego que parece imposible escribir una teoría al respecto. Sin embargo, en calidad de amante de las ciencias sociales o “blandas”, intentaré exponer un tipo ideal al mejor estilo weberiano sobre qué es la despedida, cuáles son sus etapas y qué consecuencias trae aparejada.

¿De qué hablamos cuando hablamos de despedida?

En el presente articulo denominaremos despedida al acto de separación física de dos personas que se quieren y que no conviven en el mismo espacio físico. A los intereses de esta exposición, consideraremos como “espacio físico tipo” a una misma ciudad. No ahondaremos en los motivos de la no-convivencia ni de la separación, pero si nos parece importante destacar que cuanto más grande es la distancia y el afecto, más graves son las consecuencias que explayaremos más abajo.

Procedimiento habitual

Primera etapa: De parte de ambas personas se presenta un estado de nerviosismo y ansiedad que supera los límites aceptados por la Orgnización Mundial de la Salud. Este estado llega a su punto máximo cuando las dos personas se ven o se tocan por primera vez. Luego de este clímax, los niveles de nervios y ansiedad bajan hasta niveles normales. No obstante, el tiempo entre el clímax y la “normalización” varía según la capacidad cardíaca de cada persona.

Segunda etapa: Suele identificarse con los primeros días/horas de la visita. En un principio las personas les cuesta creer que lo que tanto esperaron finalmente esté allí, junto a ellxs. Una vez pasada esta fase, aprovechan el tiempo al máximo, derivando en verborragias y otros actos cuya intensidad puede ser perjudicial para la salud. Calmados los ánimos y las pasiones, se procede a lo que se conoce coloquialmente como “perder el tiempo”. En este punto es interesante mencionar que la felicidad adquirida en la fase anterior repercute en las personas en un estado de tranquilidad en el cual el tiempo parece eterno y “aprovechar” significa estar juntos, sin importar qué se hace, dónde se está, etc.

Tercera etapa: Acorde transcurre el tiempo, las personas caen en la cuenta que las horas pasan y comienzan a pensar en pasado y futuro. En el primer caso, se reprochan haber malgastado el tiempo “haciendo nada” y en el segundo caso, se lamentan haber hecho compromisos o auto-imponerse metas que ya no se quieren cumplir. En general, las promesas se cumplen a regañadientes pero concientes de que el tiempo se acorta y "exprimiéndole el jugo" a cada hora.

Cuarta etapa: Quedan minutos para la despedida y suelen adoptarse dos clases distintas de posiciones: la actitud positiva de querer aprovechar todos los minutos y segundos que quedan al máximo, y la actitud negativa, que consiste en el pensamiento circular en torno a la despedida con alteraciones de humor entre la tristeza y la euforia. Pese a que esta última actitud pueda parecer la menos racional, es la más espontánea si se tiene en cuenta que la actitud positiva es producto de la negación de una realidad concreta y cercana. Llega el final y la última oportunidad para hablar y/o actuar. Las personas son concientes de eso, pero no siempre logran coordinar las direcciones del cerebro con las del cuerpo.

Quinta etapa: Afecta de forma distinta a quien se va de quien se queda: la persona que viaja se siente extraña en medio de un colectivo, tren o auto lleno de extraño y las posibilidades de descargarse son nulas (salvo excepción). La persona que se queda suele recorrer con sus pasos solitarios los mismos caminos que minutos atrás recorrió en compañía de la persona estimada pero sus posibilidad de descargo suelen ser mayores.


Consecuencias

En ambos casos, pregona la tristeza, la soledad, la impotencia y el dolor. Pero aún más importante que las anteriores, la característica principal es el vacío. En general, las personas no piensan ni sienten nada hasta tal punto que suelen llorar sin darse cuenta. Estos síntomas perduran hasta que en forma automática comienzan a reproducirse mentalmente las imágenes de la despedida: palabras, gestos sentimientos, etc. Es aquí cuando el síntoma imperante comienza a ser el dolor. Pero no cualquier dolor, sino uno tan intenso que (según dicen los testimonios) es sólo comparable con el de una picana accionada en las partes íntimas del cuerpo. Algunas personas logran distraerse y sobreponerse en forma más o menos recomendable. Otras suelen tener una resaca más prolongada que deriva en llantos excesivos e imparables, ataques de pánico, episodios de histeria, accesos psicóticos, ingestión compulsiva de comida o narcóticos e intentos de suicidio. Suelen ser episodios profundos y peligrosos, pero pasajeros. Salvo excepción.




N.d.A: Salvo excepción, las excepciones son más comunes que las reglas.

2 comentarios:

  1. Que la promesa no se cumpla a regañadientes
    que el dolor sea pasajero
    que el desarraigo es siempre el mismo
    y se puede naturalizar.
    Que la despedida sea de los males
    que el dolor es inevitable
    y la espera siempre es corta
    si-sabés- que llegás y siempre hay alguien
    en casa .

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  2. Yo tuve una relación con distancia, nos veíamos cada dos meses. Siempre viajaba yo, era quien tras la despedida quedaba encerrada llorando entre extraños, sin importarme lo que pensaran de mí.
    Lo que quería aportar al tratado de despedidas es que si bien pregona la tristeza, la soledad, la impotencia y el dolor, lo que envuelve a todo el proceso es la intensidad. La relación se mantiene en la busqueda de ambos miembros por que la intensidad del encuentro periódico sea permanente, sin darnos cuenta que sólo estamos queriéndonos a nosotros mismos en el placer de sentir el éxtasis de lograr lo muy deseado. Cuando ese logro se hace cotidiano, pierde valor y si antes no se verificó verdadero amor, es que se rompe la relación.

    Yo lo amé, él supongo que amó a su éxtasis. Ahora me fijo sólo en mis vecinos, y aún así desconfío.

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