lunes, 31 de enero de 2011

El cigarrillo se había apagado con el viento, la brasa habría volado lejos, lejos de mis rulos que amenazaban con un incendio forestal. Era cómodo estar ahí, tirada sobre el pasto caliente, abrazada por el sol y acariciada por la ventisca. Debajo de mis párpados el rojo centelleaba energía, mis cejas les envidiaban. Tenía tantas razones para irme de ahí como para escribir esto. Era tan fácil como moverme, tan fácil como hacer la cama y tan difícil como que quede bien. Y esto es tan cierto como que es inútil hacer la cama para después arrugarla, al igual bañarse y comer. Es ridículo, pero lo hacemos igual. Y nunca nos sale bien. Entonces, me quedé ahí, alejada de todo tiempo, espacio y responsabilidad. Ya no me importaba nada y el resto del Universo tampoco le importaba nada de mí. Las hormigas me caminaron incansablemente y las gatas peludas ni se molestaron en picarme. Los perros me mearon y los pendejos me vomitaron. Eché raíces y de pronto era una más, nadie me hubiese reconocido entre el paisaje. Y ahí me di cuenta del gran misterio de mi vida, de que nunca fui más que una más, disfrazada entre máscaras de originalidad. Soy sólo una hoja más.


foto: "puente" by CeLeS

2 comentarios:

  1. [soy yo]
    y la hiedra*


    mil besos de bienvenida, Laberinto!

    ResponderEliminar
  2. gracias rayu!! recién me estoy amoldando a estas expresiones cibernéicas, pero ya estaré por tu blog dando muestras de progresos internestísticos :)

    ResponderEliminar