martes, 1 de febrero de 2011

De repente, todo se borró y no quedó nada. Ella se limitó a exhalar lentamente, como si estuviera expulsando su alma a través de sus labios. Pero sabía que no sería así, que aquel dolor que la acompañaba lo seguiría haciendo por un buen tiempo, no sabría definir cuánto más. ¿Acaso importaba? ¿Acaso alguna vez había vivido sin él? Y, de todas formas, ¿Qué sería de Ella sin él, sin su acostumbrada mirada perdida y triste? Tal vez todo eso no era más que una negación de la realidad, de su propia esencia. Ella se reconocía una persona naturalmente melancólica, siempre dispuesta a mirar lo negativo frente a lo positivo, más dada a la nostalgia que a la alegría.
Pero no por eso dejaba de apreciar la belleza cotidiana, aquello que se destacaba sobre la rutina. Le encantaba caminar y caminar sin rumbo aparente, divagar pensamientos y calles, cruzarse rostros que probablemente nunca volvería a ver. De vez en cuando iba escuchando música, le gustaba sentir algo propio mientras se convertía en una más dentro de la marcha normal de la apabullante ciudad. Otras veces prefería escuchar el ruido de la calle, de los autos yendo a velocidades muy altas o demasiado lentas para el peatón impaciente; el sonido del viento volando hojas, carteles, camperas y demás; los diálogos entrecortados de las personas con las que compartía un tramo de vereda: cerrate la campera que hace frío, no viste el quilombo que hay con la gripe a y vos..., entonces le dije quién te pensás que sos, me tomás por estúpida? y ahí le corté..., uh boludo, ahí va el bondi, si corremos no llegamos ni en pedo, no?. Era maravilloso escuchar esos fragmentos de conversaciones e imaginarse la vida de esas personas, ¿Cómo se llamarían? ¿De qué trabajarían? ¿De qué o quién estarían hablando? ¿Qué secretos escondían debajo de esa ropa, esa imágen? Normalmente su inquieta curiosidad empezaba a trabajar en pasados inexistentes y conversaciones falsas. En pocas ocasiones, por esas cosas de la vida, había logrado descifrar unos misterios gracias a una improvisada conversación con los desconocidos.
En otras ocasiones se llevaba un libro y en el medio de la caminata decidía sentarse en el pasto o en el banco de una plaza o en la costa. La lectura en dichos escenarios se le antojaba particular, por alguna razón la historia se tornaba más cercana, más real. Aunque no siempre era así. A veces el paisaje era demasiado bello como para dejar de contemplarlo y podía estar horas y horas simplemente viendo las olas romper contra las piedras o el vaivén de las hamacas desocupadas. El mar tenía en ella un poder particular. Había algo fascinante en el ruido de las olas, en la espuma que se formaba cuando estas rompían, en el aquel movimiento que iba y venía constantemente, en los colores que se formaban sobre su superficie gracias a un rayo de sol o a una nube. De eso no tenía dudas, la costa era mucho más linda en invierno, cuando el viento frío lastimaba la piel y la salitre pegoteaba la ropa. Recordaba una vez en la que había pasado horas - no sabría decir cuántas exactamente- sentada viendo el mar mientras una lluvia ligera pero incesante le cubría todo el cuerpo. Luego de esa experiencia estuvo dos días en cama con 39º de fiebre. Sin embargo, por más mal que se sintiera, no se arrepintió e incluso se dijo que si pudiera, si lo necesitara, lo volvería a hacer.
También creía que las flores se veían más coloridas en los días nublados. Le parecía que esos maravillosos colores - rojo, verde, amarillo, azul, violeta, blanco e incluso matices cuyos nombres desconocía - contrastaban de tal forma con la aparente hostilidad de los días nublados que se les antojaba con un brillo propio, como la sonrisa de un nene. Pensando todo esto resolvió que la vida no era tan mala. Es verdad que no había conseguido alcanzar sus metas, que se sentía caminando sobre un abismo y que estaba sola pero, al fín y al cabo, no debía ser tan melodramática. La vida no era tan negra, también había grises.


foto by unknown

5 comentarios:

  1. reivindiquemos al gris...en él conviven la luz y la sombra.


    besos*

    ResponderEliminar
  2. exácto, para nosotros los normalitos el color es el gris. nunca seremos completamente felices ni somos completamente desgraciados, un máldito término medio.

    ResponderEliminar
  3. me gusta porque parece sacado de una novela, como al principio o bien en el medio de un capitulo, pongamosle el 12.

    bienvenida madre :)

    ResponderEliminar
  4. tal vez lo sea roqui, tal vez lo sea. en agradecimiento a tu comentario y bienvenida, si alguna vez este fragmento se convierte en novela llevará como nombre el número 12

    ResponderEliminar